Luz took his degree in philosophy in 1817 at the Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo in Havana, and took a degree in law at the Seminario de San Carlos. From 1837 to 1841, he travelled extensively in North America and Europe, coming into contact with a number of important intellectuals of the time, including Sir Walter Scott, Goethe, Cuvier, the German philosopher Karl Krause, and Alexander von Humboldt. Krause paid a public tribute to de la Luz's scientific and philosophical views. With Humboldt, Luz arranged to establish a magnetic observatory in Cuba in correspondence with like institutions in Germany. José de la Luz is perhaps most well known for his comments concerning Von Humbolt as the "second discoverer" of the island, after Columbus.
"Él, el padre; él, el silencioso fundador; él que a solas ardía y centelleaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se habría de ganar la libertad que sólo brillaría sobre sus huesos; él, que antepuso la obra real a la ostentosa, -y a la gloria de su persona, culpable para hombre que se ve mayor empleo, prefirió ponerse calladamente, sin que le sospechasen el mérito ojos nimios, de cimiento de la gloria patria; él, que es uno en nuestras almas, y de su sepultura ha cundido por toda nuestra tierra, y la inunda aún con el fuego de su rebeldía y la salud de su caridad; él que se resignó, -para que Cuba fuese, -a parecerle, en su tiempo y después, menos de lo que era; él, que decía al manso Juan Peoli, poniéndole en el hombro la mano flaca y trémula, y en el corazón los ojos profundos, que no podía «sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es hacer hombres»; él, que de la piedad que regó en vida, ha creado desde su sepulcro, entre los hijos más puros de Cuba, una religión natural y bella, que en sus formas se acomoda a la razón nueva del hombre, y en el bálsamo de su espíritu a la llaga y soberbia de la sociedad cubana; él, el padre, es desconocido sin razón por los que no tienen ojos con que verlo, y negado a veces por sus propios hijos.
¿Qué es ver la luz y celebrarla de lejos, si se la huye de cerca? ¿Qué es saludar la luz, mientras sus rayos tibios adornan flojamente la desidiosa naturaleza, y ponérsele de cancel, en cuanto sale del caos quemando y sanando, con el brío del sol? ¿Qué es pensar sin obrar, decir sin hacer, desear sin querer? ¿Qué es ver caer la torre desecha sobre el pueblo amado, y tener al pueblo por la espalda, como la celestina a la novicia dolorosa, para que le caiga mejor la torre encima? ¿Qué es aborrecer al tirano, y vivir a su sombra y a su mesa? ¿Qué es predicar, en voz alta o baja, la revolución, y no componer el país desgobernado para la revolución que se predica? ¿Qué es la gloria verdadera y útil, sino abnegarse, y con la obra silente y continua tener la hoguera henchida de leños, para la hora de la combustión, y el cauce abierto, para cuando la llama se desborde, y el cielo vasto y alto, para que quepa bien la claridad?
Lo más del hombre, y lo mejor suele ser, como en José de la Luz, lo que en él sólo ven a derechas quienes como él padezcan y anhelen; porque hoy, como en Grecia, «se necesita ser fuego para comprender el fuego»: o los que oyen aterrados su paso en la sombra. De él fue lo más la idea profética e íntima, que no veía acomodo entre su pueblo sofocado y crecedero-cercado de la novedad humana, y la nación victimaria, lejana e incapaz, que entrará descompuesta y sin rumbo a su ajuste violento e incompleto con el mundo nuevo,- y consagró la vida entera, escondiéndose de los mismos en que ponía su corazón a crear hombres rebeldes y cordiales que sacaran a tiempo la patria interrumpida de la nación que la ahoga y corrompe, y le bebe el alma y le clava los vuelos. Los pueblos, injustos en la cólera o el apetito, y crédulos en sus horas de deseo, son infalibles a la larga. Ellos leen lo que no se escribe, y oyen lo que no se habla. Ellos levantan, como el sabueso al enemigo, aunque use lengua túrgida y sedosa, y descubren la pasión de virtud que se suele ocultar, para servir mejor, en el sacrificio desconocido o en el silencio prudente. Ellos, en los países de desdén y discordia, quieren, con apego de hijo, a los hombres de justicia y amor,-a los que no emplean en herir a sus hermanos dispuestos a morir por su patria la energía que reservan para perpetuar en ella el poder de sus tiranos. Y así ama, con apego de hijo la patria cubana a José de la Luz."
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